Manifiesto I. es la materialización de un discurso académico e investigativo en torno a las trasnformaciones del paisaje, la degradación ecológica, los conflictos socioambientales, sus resistencias y la producción de una post- naturaleza. 
LA CONSTRUCCIÓN DE PAISAJES CULTURALES HÍBRIDOS EN UN CONTEXTO DE  DEGRADACIÓN AMBIENTAL: EL CASO DE LA CIUDAD DE CORONEL
Investigación presentada al Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile para optar al grado académico de Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente  (Publicado en: https://estudiosurbanos.uc.cl/wp-content/uploads/2022/01/TESIS-GSA.pdf)
RESUMEN
Con más de 170 años de conflictos socioambientales, la ciudad costera de Coronel ha sido denominada por sus habitantes como zona de sacrificio. Esto, en parte significa la constante exposición de comunidades a una violencia sistémica que interrumpe estructuras colectivas, corporalidades y relaciones con el territorio, además de la reconfiguración del paisaje a tal punto de volverse irreconocibles para quienes lo habitan. En este contexto, los actores locales desarrollan mecanismos de resistencia, incluyendo estrategias que se relacionan con el paisaje. 
A partir de un enfoque cualitativo, este estudio busca analizar de qué manera las diversas estrategias territoriales de los actores en resistencia de la ciudad de Coronel, dan lugar a la construcción de un paisaje cultural híbrido en un contexto de sacrificio y degradación ambiental. Los hallazgos no solo demuestran el compromiso de actores sociales, dispuestos a tomar acciones para la defensa del territorio, sino también, la existencia de una geografía disruptiva que rehúsa la noción de un paisaje contaminado. De este modo, se pueden observar proyectos colaborativos de paisajes en resistencia en función de una racionalidad ambiental y naturaleza situada, que permiten hablar de procesos de hibridación en los paisajes diseñados por el sector privado y las autoridades. Estas aspiraciones se ubican como alternativas ante los procesos de exclusión y degradación ambiental, representando contestaciones creativas ante escenarios ambiguos y conflictos latentes
Reflexiones
CAP V. (pp 110-114) La construcción de un paisaje cultural híbrido
El carácter de zona de sacrificio para la ciudad costera de Coronel con más de 170 años de conflictos socioambientales ha sido una condición histórica, desde la explotación de la cuenca carbonífera hasta la consolidación de complejos industriales energéticos, portuarios y forestales. Sumado a estos factores antrópicos, se ha agregado un explosivo crecimiento urbano en dirección al norte de la comuna, induciendo a la transformación radical de la cobertura del suelo, lo que ha potenciado la conformación de paisajes fragmentados junto a una pérdida considerable del patrimonio ecológico (Municipalidad de Coronel, s.f). Sin embargo, a través de la investigación, los objetivos y métodos de trabajo planteados se ha podido verificar que la situación en la que se encuentra Coronel no sólo ha ocasionado que personas comunes sufran una violencia sistémica que interrumpe estructuras colectivas, corporalidades y relaciones con el territorio, sino que también revela la capacidad de una sociedad civil para formular alternativas a través de la exploración de sus habilidades y naturaleza situada, dando paso a la posibilidad de hibridar los espacios diseñados por las autoridades y el sector privado.
Ahora bien, validar el supuesto sobre la existencia de una comunidad en resistencia significó un trabajo previo mediante el seguimiento en redes sociales, participación en convocatorias de diálogos y actividades en terreno organizadas por activistas medioambientalistas de Coronel y Concepción. Esto fue clave para elaborar una premisa coherente que lograra sustentar la investigación y afirmar la evidencia de estrategias territoriales por parte de actores sociales que han dado lugar a la construcción de un paisaje cultural híbrido. Por consiguiente, este estudio ha sido construido desde los testimonios de sus habitantes y mecanismos de resistencia, perspectivas que suelen ser omitidas por instrumentos normativos y las decisiones de las autoridades en relación con las modificaciones de sus paisajes. Así, los hallazgos permiten demostrar que:
Primero, la existencia de actores en resistencia, los cuales actúan desde un enfoque territorial y local. Esto a su vez se atribuye a sus capacidades de producir comunidad mediante la creación de colectivos, cooperativas, asambleas, centros culturales o asociaciones, un sin fin de redes comunitarias que coordinan ciclos de diálogos en torno a la protección de los bienes naturales. Este tipo de mecanismo colaborativo también demostró ser dinámico, es decir, se conforman y desintegran acorde a ciertas necesidades o problemas relativos a conflictos actuales o futuros. En este sentido, lo que se manifiesta es la gran competencia para gestionar resistencias en red con el fin de crear sistemas de defensa en virtud de sus objetivos, los cuales se sustentan sobre la base de una racionalidad ecológica. Como resultado, se puede asumir que la producción de colectividad como resistencia es bastante coherente a las dinámicas de conflictividad socioambiental, lo que también es visibles en las investigaciones realizadas por Bolados (2016) para el caso de Quintero-Puchuncaví, Biskupovic y Stamm (2016) en lo relativo a las disputas para preservar la precordillera o Valenzuela, Alarcon y Torres (2021) para el caso de las comunas del Golfo de Arauco.
Un segundo hallazgo afirma, por parte de los entrevistados, la declaración colectiva de un paisaje asociado a la degradación y contaminación, términos que también son atribuidos a zonas específicas de Coronel, concentrándose esta observación en el área urbana costera. De otra manera, esto responde a uno de los factores concretos que hibridan un paisaje, es decir, ante la continua apelación por la invisibilización de un paisaje natural a causa de una estética sobreindustrializada, las significaciones y discursividades emergentes desde actores sociales certifican un sacrificio socioespacial, seguido por un sentimiento de desconfianza por el futuro. Esto se relaciona a conflictos proyectados sobre nuevas transformaciones territoriales, como lo son: nuevas propuestas de IPT, posibles proyectos industriales o las ambigüedades en torno a la reconversión de la matriz eléctrica. 
De esta manera, predecir la tragedia equivale a la pérdida de la trama ecológica, premisa que se incorpora a las motivaciones que autodenominan a Coronel, como una zona de resistencia. Esto también se asocia a una herencia histórica de luchas sociales precedidas por el sindicalismo obrero durante el siglo XIX-XX, la cual se manifestó contra las desigualdades de la época. Sin embargo, el paisaje, no fue atribuido a cierto sentido de pertenencia relacionado al patrimonio industrial carbonífero, es más, este tipo de paisaje suele provocar sentimientos ambiguos entre los entrevistados, ya que simbolizan la sobreexplotación de los recursos naturales y el sufrimiento minero. En este sentido, el paisaje es asignado a cierta naturalidad, es decir, a aquellos factores bióticos y abióticos del mundo físico y las buenas relaciones que se establecen entre naturaleza y fuerza laboral. 
De lo anterior, se logró establecer una concordancia con un tercer hallazgo, la emergencia de un paisaje en resistencia, el cual se identifica fuera del área urbana, guardando relación con el mundo rural, los humedales, parches de bosques nativos, la pesca artesanal y la zona típica. No obstante, en este punto se hizo importante definir que las resistencias no son sinónimos de soberanía territorial, sino de la fractura de un umbral límite de tolerancia, lo que de manera intrínseca estimula la elaboración de técnicas de sobrevivencia mediante la producción de alianzas. Como resultado, un paisaje en resistencia implica la elaboración de mecanismos para construir alternativas que permitan hibridar o rechazar los espacios impuestos por las macroeconomías.  
El cuarto hallazgo, se expresa en proyectos de paisajes en resistencia mediante el deseo de resignificar y remediar un paisaje degradado, el cual se articula a través de estrategias colectivas y autogestionadas. En este contexto, la necesidad de volverse autosuficiente, según los entrevistados, responde a la desconfianza que se tiene sobre el compromiso institucional de impulsar planes para la recuperación de zonas ambientalmente devastadas, por lo que un crecimiento económico en función a discursos de sustentabilidad o equidad ambiental es algo que no ven posible. Por lo que la puesta en valor de los recursos naturales de Coronel ha quedado en manos de la coordinación de actores comprometidos.
En relación con esto, las alternativas de resignificación y remediación protagonizadas desde acciones locales, han aspirado a abordar la problemática socioambiental desde una serie de mecanismos estratégicos los cuales se reconocieron a través de: (1) actos de resignificación, mediante la puesta en valor de atributos presentes en hitos geográficos y hábitos relacionados al manejo de sus recursos y (2) actos de remediación mediante el ejercicio de cuidados, ya sea en función de ciclos de limpieza en humedales o reforestación en sitios eriazos. El primero, se atribuye a la necesidad de reencontrarse con la dignidad que había sido oscurecida por un modelo de vida urbano, el estigma de pobreza y la contaminación, donde valores culturales relacionados al manejo de la tierra por agricultores o de recursos hidrobiológicos por pescadores artesanales fueron quedando relegados. Así, la denominación de un principio de autonarración por actores en resistencia significa recuperar la autoestima y un paisaje cultural histórico, esto, ante  el esfuerzo por desarrollar un sentido de pertenencia mediante la reconstrucción del lugar.
De acuerdo con lo anterior, una interesante práctica y reflexión que los actores en resistencia realizan, es la reproducción simbólica de prácticas ancestrales en sus ejes de actuación. Esto es algo que pasa absolutamente desapercibido en los métodos científicos ecológicos de concebir la restauración o remediación, ya que también se asocia a la resignificación, pudiendo elaborarse la idea de remediación cultural con reales impactos en un paisaje físico. Esto se explica en la forma de recuperar espacios degradados a través de actos ceremoniales de “purificación”, lo que manifiesta un saber indígena relacionado al valor de la naturaleza. Por ejemplo, los entrevistados encuentran en el núcleo cultural Mapuche una opción para combatir el statu quo de las amenazas medioambientales y una forma de vida consciente que promueve la salud ecológica. Ahora bien, como se dijo anteriormente, esta forma de producir paisajes vernáculos es algo que no se ha logrado profundizar para el caso de Coronel, por lo que valdrá la pena investigar en futuras líneas de investigación. Por otro lado, esto no se encuentra lejano al concepto de la rehabilitación de espacios presionados por el extractivismo, ya que es algo que se discute desde la geografía decolonial como en el caso de la reconversión de los paisajes postindustriales de Gales del Sur en Milbourne y Mason (2017) o desde el campo de la estética según Demos (2020), quien argumenta la descolonización de la naturaleza mediante prácticas artísticas. 
En este contexto, la purificación ideológica y de la naturaleza son conceptos y acciones vinculadas, lo cual se justifica en las convocatorias de jornadas de limpieza de humedales organizadas por actores locales como una forma de recuperar espacios naturales. Estas conductas, también son visibles en los proyectos de reforestación nativa realizados por el Centro Cultural y Jardín Botánico Aliwen en antiguos basurales cercanos al parque industrial, o el Centro Cultural Raíces en Cerro Corcovado, lo cual implica una absoluta forma de resignificar, recuperar y remediar paisajes abandonados mediante el compromiso colectivo y un sentimiento de apego al lugar. 
En síntesis, todos los hallazgos anunciados conforman un paisaje cultural en esencia híbrido, lo que responde a la pregunta que ha guiado este estudio. Por lo tanto, este ambiguo concepto de paisaje propuesto por Speak (2015), ha servido de apoyo para dar sentido a como las acciones locales autogestionadas permiten que proyectos informales impulsen una remediación de entornos contaminados en función de una cultura ecológica y naturaleza situada, logrando cuestionar los procesos de exclusión territorial ante lógicas capitalistas. Asimismo, la teoría del paisaje, a pesar de ser pluridimensional permite incorporar una dimensión visual y estética que el concepto del territorio pasa por alto. En consecuencia, el carácter de paisaje como objeto material permite que las dimensiones sensoriales e interpretativas elaboren un sentido de lugar y de valores, y con ello una posibilidad de remediación o restauración del entorno (Muñoz-Pedreros, 2017). 
Por otra parte, importantes movimientos mundiales que buscan la remediación y restauración de ecosistemas dañados, señalan que la adopción de un enfoque paisajístico puede ayudar a combatir la pobreza, el cambio climático y prevenir la extinción masiva de especies (ONU, 2021). En ello, los paisajes hídricos son atributos claves para generar resiliencia en áreas urbanas, periurbanas y rurales (UN-Environment, 2017). De igual manera, Shiva (2016) asegura que los paisajes rurales a escala local no solo protegen el suelo, sino que también promueven la soberanía alimentaria y la lucha contra la desertificación (2016). En efecto, lo mencionado es algo que está muy presente en este caso de estudio, donde el paisaje ha demostrado tener relación con la dignidad de un “buen vivir” y de un derecho a independencia espacial, donde escenarios rurales y paisajes hidrológicos son atribuidos a una gradiente de naturalidad alta en Coronel. Por lo que se propone como futuro desafío, analizar la producción social de remediación en función de los paisajes fluviales, costeros y rurales en zonas devastadas, con el fin de medir su impacto en la mitigación de riesgo ante la crisis climática. 
No obstante, se debe enfatizar que las brechas y obstáculos para entender las resistencias como parte de un medioambiente resiliente seguirán siendo paradójicas, por lo que es algo que debiese ser constantemente monitoreado, en el sentido que permita dar cuenta de conflictos futuros y sus ambigüedades. Esto es algo que Arora-Jhonson (2016) ha sido bastante crítica, poniendo en tensión investigaciones relativas a la posibilidad que un ecosistema pueda volverse resiliente por la solo influencia de una cultura biocéntrica, puesto que hay otros factores dinámicos que lo dificultan. Sin embargo, en un contexto de crisis socioecológica, la ética ambiental es fundamental para exigir que se tomen acciones desde una esfera política, social y cultural. Abordar la contra geografía desde lo local resulta clarificante para proponer soluciones que promuevan una democracia sostenible, la cohesión social o la forma en que los atributos naturales adquieran un carácter estratégico para que las comunidades articulen los sistemas biofísicos y sociales para generar resistencias. 
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